Mário de Andrade. La palabra desvariada
Agustina Roca
Macunaíma, aquel inefable personaje que diseñó Mário de Andrade bautizándolo además héroe sin ningún carácter para recalcar su condición de brasileño que aún no había encontrado su identidad nacional, exclamaba constantemente una frase: ¡Ay¡ ¡Qué pereza! Sin embargo esta definición no encuadra en absoluto con el temperamento de su autor, Mário Raúl de Morais Andrade, un guerrero infatigable que dedicó su vida a renovar los procedimientos literarios, a descubrir un lenguaje de vanguardia que expresase la identidad de ese Brasil que comenzaba a industrializarse.
Andrade incursionó en poesía, cuentos, ensayos, crónicas. Toda esta diversificación literaria lo convirtió en un escritor complejo, un erudito que dominó muchas ramas del saber y que como pocos fue capaz de combinar conocimientos con una rara capacidad inventiva. Su diversidad pionera, unida a un Brasil que no había terminado de perfilar su esencia, fue el germen que despertó en Mário de Andrade —nacido en São Paulo en 1893— la necesidad de construir una obra.
Para entender a este creador se puede partir de una palabra-llave: conciencia. Conciencia del poema como resultado de las experiencias individuales, conciencia de la necesidad del intelectual en la vida de su tiempo, conciencia de la necesidad social de la obra de arte. Con dificultad, Andrade intentó permanecer fiel a estas vertientes a lo largo de su madurez literaria y por momentos se sintió desgarrado entre tantos rumbos, tironeo que se percibe en el nivel de su prolífica obra. Andrade no sólo fue un hombre de letras, también un fotógrafo, un musicólogo, un folclorista —de adolescente tocaba el piano, estudió en el Conservatorio y pensaba ser músico hasta que se definió por las letras— capaz de ahondar en el mensaje y en los medios expresivos del arte primitivo del Brasil. Escribió dos ensayos, Ensayo sobre la música brasileña (1928) y Las músicas y las canciones populares de Brasil (1936).
El autor, quien fue un hombre que prácticamente no salió de su país y de su São Paulo de las neblinas finas, realizó tres viajes para profundizar en el arte primitivo, los plasmó en sus crónicas e influyeron en su temática y en su compromiso como escritor: el primero a Minas Gerais en 1924; el segundo al Amazonas en 1927; el tercero al Nordeste en 1928. De todos ellos regresó con numerosas cerámicas y objetos indígenas para aumentar su colección que, después de su muerte, se convertiría en un valioso testimonio cultural del país.
Conocer esta faceta como investigador y folclorista del autor ayuda a comprender su obra literaria: esta nació, definitivamente, de esa fusión entre el arte primitivo, las letras y la música. Su lenguaje coloquial, por ejemplo, está lleno de ritmo y de musicalidad: Brasil que amo porque es el ritmo de un brazo atrevido / El gusto de mis descansos / La cadencia de mis cartas amores danzas. Cuando el autor editó Macunaíma dijo que la consideraba una rapsodia porque su yuxtaposición de trozos ganaba unidad en el conjunto.
En su libro de poemas O carro da miseria que el autor declaró haber escrito en un estado casi mediúmnico, resacoso, después de una noche rociada de abundante vino blanco de Portugal, habla entre otras alusiones musicales de los zabumbas (bombos). En un ensayo, el autor da una aclaración que permite comprender mejor esta influencia de la música en su poesía: ¿Por qué zabumba? Es sencillo. Es la constancia coreográfica —dionisíaca que atraviesa toda mi poesía. Roger Bastilde ya habló sobre esto. En casi todos los momentos excitantes, en el dolor y en la alegría, yo me disuelvo en danza. Y esta particularidad de bailar en los momentos cruciales es —como escribió el poeta senegalés Léopold Sédar Senghor en el prólogo de sus Poemas de la Negritud— una característica de la raza negra.
Líder de un combate estético
Después de publicar su segundo libro de poemas Paulicéia desvariada, Andrade se convirtió en líder de un combate estético y lo denominaron el Papa del modernismo. Los modernistas pregonaban: Queremos un arte genuinamente brasileño, hijo del cielo y de la tierra, del hombre y del misterio. Para destacar el lugar que ocupó Mário de Andrade en la literatura brasileña, nada mejor que unas palabras de Manuel Bandeira. Ambos poetas se conocieron en 1921 en una reunión donde Andrade leía sus poemas. Bandeira, tímido e introvertido, quedó deslumbrado con la personalidad magnética del autor paulista: Mário leía admirablemente sus poemas. Convencía. A pesar de ciertos excesos verbales que siempre me molestaban en su poesía, sentí —de pronto— la pureza del poeta y reconocí, en muchos poemas que escribí posteriormente, la marca que me dejó en el modo de sentir y expresar la poesía. Fue —me parece— la última influencia que recibí: lo que leí y vi después ya me encontró calcificado en mi definitiva manera de decir.
El famoso Prefacio Interesantísimo de Paulicéia desvariada causó una revolución. Fue el primer texto que se escribió en el Brasil sobre la naturaleza de los procedimientos técnicos del arte contemporáneo y se convirtió en un manifiesto pionero del Modernismo, Andrade afirmó entre sus páginas: Toda perfección en arte significa destrucción. El verso libre de Paulicéia desvariada, sin métrica ni rima, la simultaneidad de sentimientos y el uso constante de la ambigüedad poética contrastaban notablemente con la poesía parnasiana, medida, repetitiva, lineal. Según el crítico Alfredo Bosi: Paulicéia desvariada es una poética donde se encuentran afinidades con la escritura automática de los surrealistas; también con la experiencia cubista en que por medio de la deformación abstracta rompe los moldes seudo-clásicos del arte académico, y, por cierto, del futurismo italiano y de su teoría de la “palabra en libertad”.
¿En qué marcó se presentó Paulicéia desvariada? En La Semana de Arte Moderna que se realizó en el Teatro Municipal de São Paulo en febrero de 1922, centenario de la independencia del Brasil. En ella participaron Mário de Andrade, Oswald de Andrade, Paulo Prado, Menotti del Pichia, Graça Aranha, los pintores Anita Malfatti, Di Cavalcanti y Tarsila do Amaral —que se uniría más tarde— el músico Villa Lobos entre otros. Todos ellos provenían de distintas corrientes, estilos y los unía la idea de romper con el conservadurismo en que se encontraba el arte en su país. Su objetivo era crear una nueva identidad nacional, renovar la estética y pensar un arte de vanguardia que inspirase a los jóvenes creadores de diversas áreas. Aunque los orígenes de esta revolución se ubicaban en la literatura y el arte, este movimiento en ciernes, el Modernismo, se desparramó por todo Brasil impulsando un ambiente renovador y una nueva actitud frente al mundo que impactaba también en la enseñanza y en la investigación científica. El evento consistió en una exposición pictórica y tres festivales, conjugando conciertos, conferencias, lecturas poéticas y danzas.
Aquí debemos referirnos al Manifiesto Antropófago que escribió unos años después, en 1928, en la Revista de Antropofagia su compañero dentro del Modernismo, aunque no su pariente, Oswald de Andrade. En él se insta a devorar los valores europeos, destruirlos, para incorporarlos a la realidad brasileña. Lo que propone es volver a lo primitivo, a la identidad de Brasil pero de una manera moderna, original y política, obligando a repensar el tema de la dependencia cultural de la Terra Brasilis con Europa. Bajo esta concepción del Manifiesto Antropófago se encuentra uno de los principios indígenas sobre el canibalismo. El primer obispo de São Salvador, Bahía, quien paradójicamente se llamaba Sardinha, naufragó en la costa de Alagoas en 1556. Allí fue devorado literalmente por los indios Caetés. Se sabe que los que canibalizan no lo hacen sólo por la carne, sino para atrapar el espíritu de esa persona e incorporarlo. Uno de los puntos relevantes del Manifiesto Antropófago sobre los brasileños dice: Tupí or not Tupí, that is the question.
Templanza. Isis Blanco Dodero
En El trovador, un poema de Paulicéia desvariada, Mário define la búsqueda antropofágica del Modernismo. El poeta rescata la idea de ese cantautor de la Edad Media. El yo lírico se revela como un poeta que entona cantigas con su instrumento de cuerda. En el último verso del poema, escribe: ¡Soy un tupí que tañe un laúd! Aquí Mário hace una conexión directa entre la cultura indígena y europea, pues el laúd es un instrumento árabe usado por los trovadores medievales en toda Europa. Se podría decir que este poema es un preanuncio de su mítica novela Macunaíma.
En el Prefacio Interesantísimo, ese texto de casi veinte páginas de Paulicéia desvariada, Mário reafirma el uso de versos sin métrica, sin rima, y un lenguaje más simple, próximo al portugués hablado en Brasil que busca la inspiración en la vida cotidiana e incorpora el ridículo, la ironía, la ternura, el humor. Comienza haciendo un guiño al lector y le dice: Está fundado el Desvarismo. Aclara que cuando siente el impulso lírico, escribe sin pensar todo lo que el inconsciente le grita. Después, piensa, no sólo para corregir, sino para justificar lo que escribió. Con esa ironía que lo caracteriza, escribe: Pero todo este prefacio, con todo el disparate de las teorías que contiene, no vale absolutamente nada. Cuando escribí Paulicéia desvariada no pensaba en nada de todo esto. Lloré, reí, canté, grité… porque antes que nada, ¡yo vivo! Y al final, risueño, agrega: Y así queda terminada la escuela poética “Desvarismo”. En el próximo libro fundaré otra. Y no quiero discípulos. En arte: escuela = imbecilidad de muchos para vanidad de uno solo.
El primer momento del Modernismo, como lo reconoció posteriormente Andrade en su ensayo El movimiento modernista (1942), cometió varios errores, entre ellos, un acusado cosmopolitismo. Aunque posteriormente ese cosmopolitismo se combinaría con elementos localistas, fusionando así las nuevas técnicas literarias con formas de expresión de la cultura popular. A la revolución estética del comienzo se sumaba entonces una revolución ideológica. Así, Andrade en sus nuevos libros de poesía, Losango cáqui y Tribu de Jabuti, fue incluyendo zonas y leyendas del Brasil con un lenguaje que lo representara.
Búsqueda de un lenguaje nacional
Unas palabras aparte merece el prosista, el de Macunaíma, aquel que era negro retinto e hijo del miedo de la noche y era fruto de las profundas investigaciones que había realizado Andrade sobre mitología indígena y sus leyendas. Entre ellos se basó en un estudio que realizó el etnólogo alemán Theodor Koch Grünberg sobre los indios taulipang y arekuná de la zona del Amazonas. Andrade en su búsqueda de una identidad nacional creó un héroe que se transforma: de chico se convierte en príncipe, después en emperador de la selva y luego en malandro en São Paulo y así hasta metamorfosearse en la constelación de Osa Mayor.
El mayor hallazgo de Andrade se encuentra en el lenguaje. Se trata de un habla personal donde combina vocablos de las diversas zonas. En el texto se conjugan las lenguas tupí, guaraní, con términos de otras lenguas amazónicas, africanas y la portuguesa. El nombre Makunaíma, tomado del tupí, que significa “el gran mal”, es un dios que tiene tanto la capacidad de construir como de destruir y Andrade lo describe como lujurioso, ávido, perezoso y satírico. Mitad epopeya, mitad novela picaresca, Macunaíma fue definida por el concretista Haroldo de Campos como una historia de búsqueda, una alegoría del Brasil que abandonó la posibilidad de construir una civilización tropical y se lanzó a indagar y profundizar en los métodos y problemas de la moderna semiología de la prosa.
La obra mediante una serie de aventuras del “héroe” de los brasileños recurre al abordaje cómico para representar el carácter nacional, aunque la moral de la historia sea amarga. Se sabe que encontrar simpatía en el malandraje siempre ha sido un vicio que define al pueblo brasileño. Con estas características creadas por el novelista nace, sin duda, una obra fundante de la literatura brasileña.
En 1934 le ofrecieron a Andrade formar el Departamento de Cultura de São Paulo. Consciente de que le debería dedicar todas sus energías, no quiso aceptar, aunque por la insistencia de sus amigos accedió. A pesar de su poca facilidad para dirigir un departamento, le impuso un ritmo dinámico e innovador, entre otras obras fundó la Biblioteca Infantil e inició el edificio de la Biblioteca Nacional.
En noviembre de 1937 comenzó la dictadura de Getúlio Vargas, el llamado Estado Novo. Al año siguiente el autor era expulsado de su cargo y de São Paulo por su ideología socialista. El ministro de Educación, Capanema, conocido de Andrade, lo admitió como profesor en la Universidad Federal de Río. A pesar de que Andrade siempre había sido entusiasta y vital, el vivir lejos de su ciudad amada lo llevó a padecer una nostalgia que derivó en angustia y lo acompañó hasta su muerte. Antes de partir, le escribió a su amigo Paulo Duarte, quien estaba exiliado en Nueva York: No sé... es un gran vacío, una conciencia atolondrada, unas ganas de ser niño para llorar...
En Río de Janeiro se dedicó a su cátedra y a elaborar una Enciclopedia Brasileña. Allí escribió un poema en que se ve una de las constantes de Andrade, su amor por los neologismos: Hay diosas, / Hay Venus, Domitillas / Haciendo «guanabaradas» / Por ahí (guanabaradas, idea de ligerezas). Aunque a pesar de Río, sus diosas y sus guanabaradas, el autor no soportó el alejamiento de su ciudad natal y regresó en 1940. Allí deseaba, como le escribió a su amigo Paulo Duarte, buscar un empleucho sin futuro, donde mi alma adormezca sin problemas ni entusiasmos ilusorios. También alquilaré una casita en un barrio, penetraré en los secretos de sus habitantes y recomenzaré pacatamente mis escritos.
Cuando había comenzado a cumplir su sueño y terminaba de escribir el poema Meditación sobre El Tietê, Andrade murió de un ataque cardíaco el 25 de febrero de 1945. Este poema épico, con una construcción compleja, es su testimonio poético y político. En él resalta su deseo de abandonarse a una experiencia contemplativa del universo, aunque se percibe la tensión que perturbó a Mário de Andrade durante toda su vida: por un lado la exigencia que lo incitaba a la acción artística y política; por otro, el deseo de entregarse al placer puramente estético. Un tironeo que jamás logró resolver.
Con su muerte, a los 52 años, desaparecía uno de los hombres que más había luchado por reflejar el espíritu de su tierra. A ésta le dejó en herencia, además de su propia obra, cerca de 17,000 volúmenes que había coleccionado sobre arte brasileño, una inmensa cantidad de objetos pertenecientes a la cultura popular, numerosos manuscritos, documentos de su tiempo y varias obras pictóricas que había comprado a lo largo de su vida. Todo esto fue adquirido en 1967 por la Universidad de São Paulo para incorporarlo al patrimonio del Instituto de Estudios Brasileños. Con justicia, el crítico Antonio Cándido dijo que la pérdida de Andrade se podía comparar a la de otro grande, Machado de Assis. La dictadura de Vargas se extendió hasta octubre de 1945, nueve meses después de la partida de Andrade. En 1955 ya muerto Vargas, se publicaron sus Poesías Completas en las que se incluyen los libros que Vargas había prohibido: Remate de males; Azul; Lira paulistana y O carro da miséria. En ese momento comienza la consagración de este poeta/escritor que había puesto toda su carne al asador para reflejar la propia esencia del Brasil en sus textos. Una consagración que lamentablemente no conoció en vida. ¡Chapeau querido Mário de Andrade, chapeau!
Agustina Roca nació en Buenos Aires (Argentina). Poeta, escritora, traductora. Publicó los libros de poesía: Rituales (Rodolfo Alonso, 1981); El ojo del llano (Libros de Tierra Firme, 1987); Sonámbulas, XXXI Premio de Poesía Vila de Martorell (Viena Ediciones, Barcelona, 2007); Balada para mi madre, Premio de Poesía María Zambrano (Ed. Ayto de Mora, 2009); El escenario, XI Premio Internacional de Poesía León Felipe (Celya Editorial, Madrid, 2013). Tejer & destejer. 7 poetas contemporáneas del Brasil. Edición bilingüe. Selección y traducción: A.R. Prólogo: Susana Scramim (Bajo La Luna, 2020).
Isis Blanco Dodero. Artista surrealista nativa de Argentina dedicada a la representación de las emociones en conexión con la naturaleza y la cultura latinoamericana. Incursionó en el camino del arte a muy temprana edad, desarrollando un fuerte amor por la disciplina de la pintura a mano alzada.