Tres poemas de Stephanie Guaño
Dolor primero
Entre sábanas blancas se teje una historia de leche y sangre,
porque una y otra vez el cuerpo insiste en el dolor primero
entonces, vuelvo a vaciarme en coágulos en medio plenilunio
porque el vientre escupe desde el temblor que provoca
y en medio temblor muerde todo intento de existencia.
Porque el cuerpo devora la vida, aunque la vida espera
con la mandíbula abierta
o el puñal bajo la lengua.
Y la carne que no fue carne se vuelve girones,
y las mujeres que me rodean abrazan la redondez de mi abdomen
y prenden velitas para que el niño nazca… para que no tenga cola.
Cubren sus propios ojos para no ver la sangre,
cubren mi boca para no oír que mi útero se hizo río,
que no importa si quería o no quería matar al niño/niña,
la vida crece como un liquen sobre las rocas.
La vida que nace no siempre es la que uno espera,
yo por ejemplo, les nací con el vientre podrido
a final de cuentas, los hongos que arruinan el pan también están vivos.
Y yo devoraré a mis hijos camino al alumbramiento
para que la vida no los aplaste, para que no los corrompa con su amor enfermo.
Mi útero está podrido, madre, ese es mi acto de amor
no la crianza adoradora de espejos que luego se rompen,
solo un útero que escupe sobre el pavimento,
solo una procesión interminable de células que se abrazan hasta la asfixia
de nadies que se ahogan en medio del eco de tantas voces:
“Bendito sea tu vientre”, un cubo yermo enraizado en el cuerpo
“alabado sea el fruto”, trocitos gelatinosos que le ofrezco a la tierra
“maldita seas tú entre todas las mujeres”, yo, caníbal de mi descendencia.
Yo, paridora del llanto ajeno, de la desesperanza de mi raza
que insiste en repetirse como se repite el ruido o la rabia.
El futuro del amor. Ana Jael Ramírez Avendaño
Osario
Pienso en el principio:
orgasmo; médula; sangre y finalmente la piel.
Pienso en el principio,
en los brazos de todas las mujeres que me cargaron
E L L A S, el origen de mis huesos,
del fémur roído por la osteoporosis
y el calcio encapsulado dispuesto en la mesa del desayuno.
Pienso en el radio y la muñeca de mi hermana
huesos porcelana,
huesos polvo de cristal
incrustándose en la carne de un brazo inservible.
Pienso en tu rodilla crujiente, motivo del insomnio forzado
y del matrimonio que unió mi cama y tu cocina,
pero siempre vuelvo al yeso de la abuela tratando de soldar un peroné cansado
mientras sus vértebras actúan como fichas de dominó,
pienso en la última pieza de esa espalda curva,
pienso en el desplome de todas las estructuras.
En el cráneo del perro Sultán sobre la sartén
porque solo la calavera de perro cachorro cura la pierna de wawa humana.
Pero yo ya tengo el corazón vuelto osario,
no quiero que la calavera de Sultán se funda con mi tibia,
no quiero ver los agujeros suplicantes donde alguna vez estuvieron
los suplicantes ojos del perro Sultán.
Yo no pedí tus huesos en sacrificio,
yo no pedí que arranquen mis costillas del sacro - santo hueso de mi madre,
yo no quiero tu vida a cambio de la mía, Sultán…
Mi osario está lleno y tú… volverás a la arena blanca,
mi osario está lleno y todos los huesos se carcomen,
mis huesos pronto serán trozos de nada, de nadie
y no serán más mis huesos, Sultán… ¿Jugarás conmigo en la arena blanca?
Santiago de Sigma
Estamparé mi risa en los rieles del metro
con mi salto de fe, salto de ángel pendenciero de su propio destino
de ángel descalzo de ambiciones, de ideas, de mañanas.
Hipocampo de tierra encapsulado a 10 mil pies de altura
y con la cara llena de pelos.
Hipocampo de tierra surcando la nada por el gusto de caer
por debajo de las raíces y las alcantarillas
al final de los orgasmos y de las ansias
C A E R y rodar hasta perder todas las escamas.
Porque la vida no ha sido trapecio sino peso infinito
Porque el fardo a cuestas renace, repite, revive
Porque el cuerpo es una cicatriz doliente debajo de las uñas
Porque la tristura nos crece como planta trepadora de quebradas
Y mi risa es la última frontera.
Si un metro corre a 200 km por hora,
Si yo caigo desde la troposfera al subsuelo,
Si un metro sale a las 5 del punto A al punto B
Si yo peso más que una garza
¿mi risa quedará estampada?
Stephanie Guaño nació en Quito, Ecuador en 1990. En los últimos años ha dirigido dos programas de promoción lectora en la provincia de Loja (Ecuador): Leer en Red y Leo-Labs: laboratorios de lectura y escritura creativa. Ha sido jurado de concursos de escritura creativa juvenil y dirigió la Revista Literaria Ripio. Actualmente, es docente de la Universidad Nacional de Loja. Textos suyos circulan en las revistas digitales Nudo Gordiano y La Ninfa Eco.
Ana Jael Ramírez Avendaño, mexicana, reside en Tijuana, Baja California, estudiante de bachillerato.
Contacto: anitaraav262@gmail.com